PUTRID DOLL
Coloca una nueva hoja sobre su restirador, en la esquina superior izquierda se encuentran dos bocetos: el primero muestra a una chica con un vestido hecho de piel y coronada con una diadema de dientes, mientras que el segundo ilustra a un par de gemelas vestidas como bailarinas de belly dance sosteniendo espadas, es el espectáculo que se presentará esa noche.
Sin embargo, esta vez su jefa, Alyssa Romanova, la hace ponerse cursi debido a que una estúpida pareja de clientes quería celebrar su aniversario en el burdel. ¿Quién carajos celebra su matrimonio en un burdel? Qué idiotez… eso del romanticismo no era para nada lo suyo, y no era parte de su contrato… Bueno, obedecer en todo a Liss era su trabajo, pero cuando se lo planteó no se imaginó esta situación. Dibuja tres cuerpos destazados formando la típica frase “I
Piensa en llamar a la pequeña Candelaria (la criada que usualmente ofrece bocadillos caníbales a los clientes) para que le proporcione algunos de sus manjares, pero presiente que sólo será una distracción. Decide tomar una libreta de dibujo y recostarse en su cama, siempre le ha resultado más fácil inspirarse estando horizontalmente. Abre la libreta y sólo consigue usarla como almohada, esa labor le está pareciendo torturante y aburrida; sin embargo, el castigo no duraría mucho, y podría continuar con su labor habitual. A decir verdad, aquél era el trabajo que siempre había anhelado y ni un lapsus de cursilería lo arruinaría. Comenzó a perderse en el recuerdo del día en el que se unió al personal de El Burdel de las Parafilias.
—¿Y bien señorita Díaz…, qué piensa de mi oferta de trabajo?
—Me parece bastante buena, quizá demasiado para ser real. Pongamos las cartas sobre la mesa, Alyssa —Liss hizo un ligero gesto de molestia, las personas rara vez la llamaban por su nombre completo—. ¿Qué es exactamente lo que tengo que hacer, y qué me darás a cambio de hacerlo?
—Te encargarás de los espectáculos del burdel, para ello te proporcionaré todo lo que necesites, y como pago podrás hacer uso nuestros servicios siempre que quieras, además de contar con hospedaje y alimento en nuestras instalaciones.
—¿Y qué, nada de dinero?
—¿Para qué necesitarías dinero, Jennifer? —dijo ella adoptando el tono familiar que su interlocutora había tomado—. Tu habitación contará con todo lo que necesites y mucho más, podrás diseñarla a tu gusto.
—Eso de la habitación me suena a que tendré que estar trabajando mucho tiempo. ¿Cuál será mi horario? —La europea no pudo contener una carcajada ante esa pregunta.
—No tendrás un horario, si aceptas el trato pasarás a ser propiedad del burdel y no podrás salir de él. Pero no pongas esa cara, ¿qué puedes perder? ¿Una familia que no te comprende? ¿Una escuela llena de gente que te desprecia? ¿Una sociedad que jamás te aceptará? Piénsalo, aquí puedes realizar cada fantasía que cruce por tu mente, lo que hiciste hace unos días no es más que el comienzo, tienes posibilidades infinitas, recursos ilimitados y vivirás rodeada de lujos y sirvientes que estarán a tu disposición todo el tiempo. Entonces, ¿qué escoges? —Jennifer lo meditó un poco, pero no había mucho que pensar.
—¿En serio no podré salir de nuevo?
—Te daré un día libre al año y siempre puedes emular un paisaje exterior en alguna de nuestras habitaciones.
—De acuerdo, acepto. Pero hay algo más que quiero como pago —Liss la miró expectante y le hizo una seña con la mano para que continuara—. Quiero información, saber exactamente cómo funciona este lugar. ¿Cómo se mantiene si no cobran a sus clientes? ¿Cómo es que consiguen personas tan hermosas que estén dispuestas a prostituirse? Es decir, no lucían maltratadas ni temerosas, así que no pueden estar secuestradas, y tú misma mencionaste que eran más de trescientas.
—Olvidaba que tú no viviste la experiencia completa del burdel, debí dejarte hacerlo; pero eres tan joven, tan sádica, me recuerdas a mí a tu edad, simplemente no pude hacerlo. Te lo explicaré, o mejor aún, te mostraré un video que te resultará mucho más educativo.
Tecleó en su computadora y le mostró la pantalla a Jennifer, eran las imágenes de un pedófilo con una pequeña niña pelirroja, que la ultrajaba para luego destrozar su cráneo con un martillo y esparcir su semen en los restos. Se hizo un corte en la escena y volvió a aparecer el pedófilo, esta vez estaba esposado y un montón de niñas se acercaban para arrancarle pedazos de piel a mordiscos; finalmente apareció otra niña pelirroja, Jennifer tuvo que acercarse a la pantalla, era idéntica a la niña que habían asesinado al principio.
—Sí, es la misma chica —le dijo Liss adivinando su pensamiento. Jennifer volvió a mirar atentamente la pantalla, definitivamente era la misma chica o quizá su hermana gemela, y todas ahora empalaban al pedófilo con un taladro gigante.
—¿Matan a los clientes? ¿Entonces cuál es su ganancia? No lo entiendo.
—Sigue mirando. —Habían vuelto a bajar el taladro, un par de criadas limpiaban el cuerpo y lo vestían con ropa limpia idéntica a la que se había manchado de sangre, y luego lo dejaron en un área limpia y se marcharon. Alyssa adelantó la grabación media hora, de pronto el hombre se levantó y se retiró del lugar como si nada hubiera sucedido. Jennifer casi pega su rostro a la pantalla intentando encontrar algo que indicara que era falso, que aquel era otro hombre, pero no pudo lograrlo.
—¿Qué carajo? Esto no puede ser verdad. Es un montaje, efectos especiales, que sé yo…
—Dime, ¿cuál fue tu esclavo preferido?
—Daniel Cifer —respondió ella sin dudarlo, aunque no sabía a qué venía la pregunta. Alyssa tecleó algo en su computadora y sonrió perversamente—. ¿Por qué? ¿Acaso estás buscando mi grabación con él? ¿Filman a todos los clientes? ¿Así obtienen dinero, con películas snuff? —No pudo continuar con su mar de preguntas porque el sonido de la puerta la interrumpió.
—Adelante —gritó Liss aún con esa sonrisa maliciosa. La quinceañera miró hacia la puerta, primero con curiosidad, y luego con horror: a unos cuantos metros de ella se encontraba una aparición, un espectro, un joven de un metro ochenta de alto, piel lechosa y atractivo como un Adonis, Daniel, su Daniel Cifer, al que le había destrozado el cráneo con una tina y había cercenado post mortem. Era imposible y, sin embargo, ahí estaba. Debía ser un truco, un gemelo… ¿pero podían tener un suministro infinito de gemelos?
—Daniel, ¿recuerdas a esta chica?
—Por supuesto, la ama Jennifer. Me encantaría volver a verla cubierta de sangre.
No… ése no era ningún gemelo, aquella voz, aquellos gestos seductores, sin duda alguna era el mismo hombre que había compartido una tina sangrienta con ella. Tras decirle a Alyssa que le creía, ella le ordenó al joven que se retirara.
—Ahora tengo más dudas que nunca… ¿qué es este lugar? ¿Cómo es que él sigue vivo… y entero?
—Ah… es una historia bastante larga… ¿Estás segura de que quieres escucharla?
—Por supuesto, mientras más larga y detallada, mejor.
Entonces Jennifer esperó atentamente a que comenzaran a relatarle aquella historia, la historia de Alyssa Romanova y, sobre todo, la historia de El Burdel de las Parafilias. Ella tomó aliento, y comenzó:
«Era una noche cálida de primavera hace nueve años, ahí estaba yo nuevamente, en ropa interior con encaje, salpicada de sangre, fumando uno de mis Benson mentolados, recostada en la gigantesca cama de un hotel cinco estrellas y al lado del flácido cuerpo de la última de mis víctimas. Sus sesos están esparcidos en la almohada y, por como se siente mi frente, sospecho que también en mi rostro. Realmente no quiero hacer esto por siempre, sí, al principio eso de seducir hombres adinerados para luego asesinarlos y hurtar su dinero es divertido, pero quiero algo más, iniciar un negocio, en específico pienso en un burdel al estilo europeo, pero no uno común, quiero que sea algo espectacular.
Me termino mi cigarro y me desnudo para quitarme de encima los restos de Manuel… ¿cuál era su apellido? Da igual, lo único que recuerdo es que era bastante sensual, es por eso que me lo follé antes de matarlo, los feos o viejos apenas sobreviven más de cinco minutos tras entrar en la habitación.
Bajo la ducha sigo pensando en mi burdel soñado y me convenzo de que sería todo un éxito, hasta donde sé no hay nada parecido en esta ciudad. Desarrollo más la idea: tendría cuartos temáticos, innumerables vestuarios, cientos de prostitutas de primera, y el sueño se desmorona de nuevo… Para un proyecto así necesitaría mucho más dinero del que obtengo con estos sujetos.
Salgo del baño y me miro en el gigantesco espejo que cubre en su totalidad la pared lateral de la habitación. Mido un metro ochenta, mi cabello lacio llega hasta mi delgada cintura, tengo pechos grandes y firmes que hacen juego con un bien proporcionado trasero, además de marcados rasgos europeos heredados de mi padre; no hay necesidad de modestia fingida, soy muy atractiva, podría fácilmente engatusar a uno de esos millonarios para que se casara conmigo, pero ésa no es la clase de vida que me interesa, y en época asesinar a un esposo no resulta tan sencillo.
Quizá este desquiciado sueño tenga que esperar un poco, si dejo de derrochar en atuendos costosos, spas y restaurantes de lujo podría conseguir el dinero suficiente en un año o dos. ¡Ja!…, ¿a quién engaño? Amo todas esas banalidades costosas.
Pienso momentáneamente en mi ex, un sujeto adinerado y atractivo; de haberme quedado con él ahora podría estar asoleándome junto a la piscina en alguna de sus gigantescas casas. Pero también podría estar en un hospital con las costillas rotas o gimiendo ante sus duras embestidas, eso era lo único que hacíamos, pelear y tener sexo violento hasta quedar agotados. Fue bueno los primeros años, pero terminé hartándome de todo eso. Decido olvidarme del “hubiera”, de cualquier forma odio los baños de sol, Zaireth puede quedarse con su agua clorosa.
Me visto nuevamente y tomo la cartera de aquel hombre; su credencial de elector dice que su nombre es Manuel Rodríguez. Me llevo el dinero y su tarjeta de crédito (conseguí sacarle su pin a mitad de un inmenso orgasmo), y antes de irme le echo un vistazo a la escena, sonriendo, la mucama va a tener mucho trabajo por la mañana.
Vacío la cuenta del hombre, tristemente apenas son treinta mil pesos. Me deshago de la tarjeta y regreso a mi hogar, un departamento espacioso de decoración austera pero bien elegida, limito mis compras compulsivas a ropa, zapatos y alcohol que siempre deben ser de la mejor calidad.
Tras comer y dormir un poco, elijo mi look de la noche, una peluca castaña corta, un ceñido vestido strapless y un par de tacones que me hacen lucir gigantesca en comparación con las mujeres de esta ciudad.
Reviso mi agenda y reafirmo el lugar al que acudiré esta noche, una fiesta de beneficencia llena de políticos y celebridades, lugar perfecto para ir a cazar. Por supuesto, tendré que elegir a alguien que no esté demasiado en la mira de la prensa o tendré problemas. Al llegar puedo colarme entre los invitados gracias a mi físico y un poco de ingenio… comienza la cacería. Me dedico a descartar a los más famosos, a los acompañados y a los demasiado jóvenes; por fin encuentro a una buena presa, atractivo, en sus treintas, porta un reloj bastante caro al igual que todo su atuendo, su aspecto se mira muy trabajado, así que comienzo a suplicar que no sea gay…
Resulta que no lo es, y que es dueño de una empresa multinacional. Vuelvo a considerar la opción de un matrimonio por conveniencia, pero sigue sin ser mi estilo, quizá pueda torturarlo hasta que acceda a hacer una muy buena transferencia de dinero a alguna de mis cuentas, ya lo decidiré en el hotel.
Por supuesto, él paga una suite y yo mantengo un bajo perfil, de acuerdo a mi modus operandi me lo follo antes de comenzar mi verdadero propósito; él resulta ser bastante agresivo, y aunque eso me agrada, no lo salvará de una muerte segura. Evidentemente no conseguiré nada de él por las buenas, así que extraigo mi .45 de mi bolsa y lo amenazo. Contrario a lo que imagino, él comienza a reírse a carcajadas.
—¿Crees que esto es un juego, imbécil? —le digo furiosa y le disparó en el muslo izquierdo, mientras que él sólo se ríe más fuerte, aun cuando comienza a sangrar. Mi ira aumenta, y le disparo en el abdomen, y él sólo toca la sangre brotante sin dejar de reír. Me exaspero y le disparo en la cabeza, él cae al piso, y me acerco para dispararle dos veces más esparciendo sus sesos por el suelo. Demasiado frustrada busco su cartera en sus pantalones que habían quedado en el suelo sabiendo que tendré conformarme con el dinero que encuentre ahí; dudo que sea mucho, ya nadie carga efectivo.
—Liss… Liss… Liss… —Volteo alarmada al ver que aquel hombre está detrás de mí, salpicado de sangre, pero sin marcas de bala—. ¿No deberías asegurarte de que tu víctima esté muerta antes de husmear en sus pertenencias? —No podía explicarme lo que sucedía… ¿cómo seguía vivo? ¿De verdad era el mismo hombre? Miro detrás de él confirmando que no había ningún cuerpo en el suelo. Tengo tantas incógnitas que resolver, y sólo puedo formular la más estúpida de ellas:
—¿Cómo sabes mi nombre? —Él no me lo había preguntado en toda la noche, y yo tampoco me había molestado en decírselo.
—¿En serio es eso lo que vas a preguntarme? ¿Nada acerca de cómo saqué esto de mi cabeza? —pronunció divertido mientras mostraba tres balas sobre su palma—. Te conozco, Liss, te he vigilado desde hace tiempo, aun antes de que comenzaras tu pequeña carrera criminal, y debo decir que me agrada tu forma de pensar.
—¿Quién eres? —A pesar de la extraña situación, recupero la compostura. Claramente no era un ser humano, pero tampoco quería dañarme, o ya lo habría hecho.
—Eso no es importante, sino lo que vine a ofrecerte, la oportunidad de cumplir tu anhelado sueño.
—El burdel… —pronuncio enseguida, la sonrisa en su rostro me indica que estoy en lo correcto—. ¿A cambio de qué?
—Dolor, sufrimiento, muerte; tú eres una experta en ello.
—¿Entonces me construirás un burdel sólo por seguir asesinando?
—Yo no haré nada, mientras más dolor y malicia traigas a este mundo, el burdel será más grande. ¡Imagínalo, Alyssa! —Mi mente se llena de vívidas imágenes de personas realizando orgías en una elegante estancia, cientos de cuartos de temáticas tan diversas desde un circo hasta un cementerio, habitaciones repletas de seductoras mujeres preparándose para complacer a los ansiosos clientes y un gran escenario con un espectáculo digno de un teatro parisino; era tan real que podría jurar que había estado ahí, seguramente aquel ser estaba jugando con mi mente, pero aun así la propuesta es sumamente tentadora.
—Bien, acepto el trato.
—En ese caso, necesito que cometas tu primer asesinato para mí —dice entregándome el revólver.
—Claro, ¿a quién tengo que matar?
—A ti misma. —La respuesta me sorprende, aquello no tiene lógica alguna. Pienso en cómo las balas no lo dañaron a él y en lo poco que puedo perder. Respiro hondo, abro la boca, apunto hacia arriba y jalo el gatillo. Pierdo la conciencia.
Cuando despierto, reencarno o lo que haya sucedido, estoy en el lugar que había visto en sueños; es mucho más pequeño, pero es el mismo sitio sin duda alguna.
—Este lugar es tuyo, Alyssa, para disponer de él como gustes. Irás descubriendo que es un buen negocio inicial, y que mientras cumplas con nuestro trato, crecerá ilimitadamente; de lo contrario irá derrumbándose poco a poco, todo depende de ti».
—Entonces… ¿eso es lo que pasa? ¿Todos son inmortales en el burdel? Pero… ¿y los clientes?
—No somos inmortales, Jennifer, ya estamos muertos, somos una especie de súcubos e íncubos, por decirlo de alguna forma. Mientras que el lugar se alimenta del dolor y la muerte, nosotros nos alimentamos del placer, ya sea propio o de los clientes. Es por eso que nombré este lugar “El Burdel de las Parafilias”, mientras más retorcido e intenso sea el placer que provocamos, nosotros nos fortalecemos. Con respecto a los clientes, tenemos la facultad de revivirlos y restaurar su cuerpo, aunque no lo hacemos del todo, ya que conllevaría un gasto mayor de la energía que obtenemos de ellos, por lo tanto les quedan unas cuantas secuelas, pero nada que resulte intolerable.
—De acuerdo… pero, ¿yo qué tengo que ver en todo esto? ¿De qué podría servirte mi ayuda? Por lo que veo el burdel ya es lo suficientemente grande, y debes tener suficientes clientes para mantenerlo así.
—Claro que hay muchos clientes, cientos de ellos, pero sólo un mínimo de ellos son violentos o sumisos. Quiero que crees espectáculos para que les muestres el erotismo en la sangre, que dejen de lado su temor y se aventuren a probar lo que han visto en escena, que golpeen, torturen y maten para luego volver y pedir hacerlo de nuevo. Eso es lo que necesito, lo que necesita el burdel para no volver a ser una pocilga. Así que, ¿qué me dices?
—¿Crear espectáculos gore para alimentar a un lugar sediento de muerte y a un montón de súcubos? Me parece bien, ¿dónde firmo? —No había rastro de sarcasmo en la voz de Jennifer, ella de verdad ansiaba ese empleo.
—Bueno, tendrás que hacer algo más que firmar, eres una chica lista, supongo que ya te lo imaginarás… —En efecto, Jennifer lo había deducido antes de que Alyssa le pusiera el revólver delante: lo tomó, apuntó directo a su sien derecha y disparó.
Definitivamente ése había sido el momento más desagradable de la entrevista, aunque no recordaba haber sentido dolor alguno, el terror psicológico fue suficiente; aunque ahora que estaba muerta no notaba ninguna diferencia, la comida sabía igual, su cuerpo se sentía igual, nada parecía haber cambiado y muchas veces se preguntaba si de verdad había fallecido, pero nunca le daba mucha importancia.
Volvió al presente, tenía que terminar su proyecto para el show de la próxima semana y su mente estaba completamente en blanco. Miró la hora y se rió histéricamente con su vocecilla aguda, para ese momento Alyssa estaría terminando con otra entrevista y tendría que acudir a su cita con el cliente que la solicitó en su fantasía. Moriría —otra vez— por ver su reacción cuando aquel hombre entrara a la habitación, aunque sería aún mejor presenciar el castigo que le propinará por su osadía.
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